Ya estaba lejos cuando le miré, de repente se giró él también, me devolvió la mirada y una tímida sonrisa, sus ojos se apenaron al ver que yo no estaba a su vera, donde me estaba esperando... sin pensármelo dos veces volví, me puse a su lado, de donde nunca debería haberme ido, llegué con la mejor de mis sonrisas, él empezó a ponerse nervioso, se notaba, sudaba, le subían unos colores muy graciosos que me enloquecían, me hacían perder el norte, se movía como si el aire le molestase... me puse a su lado y nuevamente me dio la espalda.
Tras la felicidad que había conseguidos minutos antes me sentía fracasada, no entendía porque me llamaba con la mirada y a la vez me daba la espalda. Me fui, no debía forzar mas la situación, era bonita e incomoda a la vez, no podía acabar así nuestro primer encuentro.
Lo mejor sería dejarlo para días después cuando ambos hubiésemos aceptado que se había acabado el dolor. Hice nuevamente el camino hacia la salida, inconscientemente le miré otra vez, curiosamente me choqué de nuevo con su mirada, esta vez me estaba esperando, seguí mis impulsos, fui corriendo hacia él, me esperaba con su gran sonrisa... pero no!!! Volvió a darme su espalda.
Yo sabía que él no lo hacia con mala intención, mas bien porque no aguantaba la fuerza de mi mirada, tenía miedo a escuchar todo lo que tenía solo para él, mi amor. Él no era responsable del todo de las cosas que hacía, pero a mi molestaba, yo no estaba para juegos, ya habíamos perdido demasiado tiempo, no podía entretenerme con juegos, enfadada me fui, no quería estropearlo y si me hubiese quedado posiblemente le habría dicho algo de lo que después me iba a arrepentir.
Me fui, esta vez de verdad, solo volvería a verme días después cuando estuviese preparada y lo hubiese asimilado de verdad. En la cumbre, la puerta de la salida, le miré, esta vez para decirle adiós, hasta pronto mi amor, madura y seré tuya, no tendremos que separarnos mas. Me estaba esperando, ya me había acostumbrado, sus ojazos solo para mi, esta vez tenía que ser fuerte. Le devolví la sonrisa, le miré con deseo y me fui, el poco camino que me quedaba me siguió con la mirada, lo notaba, me vigilaba, sabía que me protegía pero el día ya no daba para mas.
Ese día acabó, y este también. Ya mañana habrá más que contar, el reencuentro oficial, la segunda vez que nos juntábamos.
Tras la felicidad que había conseguidos minutos antes me sentía fracasada, no entendía porque me llamaba con la mirada y a la vez me daba la espalda. Me fui, no debía forzar mas la situación, era bonita e incomoda a la vez, no podía acabar así nuestro primer encuentro.
Lo mejor sería dejarlo para días después cuando ambos hubiésemos aceptado que se había acabado el dolor. Hice nuevamente el camino hacia la salida, inconscientemente le miré otra vez, curiosamente me choqué de nuevo con su mirada, esta vez me estaba esperando, seguí mis impulsos, fui corriendo hacia él, me esperaba con su gran sonrisa... pero no!!! Volvió a darme su espalda.
Yo sabía que él no lo hacia con mala intención, mas bien porque no aguantaba la fuerza de mi mirada, tenía miedo a escuchar todo lo que tenía solo para él, mi amor. Él no era responsable del todo de las cosas que hacía, pero a mi molestaba, yo no estaba para juegos, ya habíamos perdido demasiado tiempo, no podía entretenerme con juegos, enfadada me fui, no quería estropearlo y si me hubiese quedado posiblemente le habría dicho algo de lo que después me iba a arrepentir.
Me fui, esta vez de verdad, solo volvería a verme días después cuando estuviese preparada y lo hubiese asimilado de verdad. En la cumbre, la puerta de la salida, le miré, esta vez para decirle adiós, hasta pronto mi amor, madura y seré tuya, no tendremos que separarnos mas. Me estaba esperando, ya me había acostumbrado, sus ojazos solo para mi, esta vez tenía que ser fuerte. Le devolví la sonrisa, le miré con deseo y me fui, el poco camino que me quedaba me siguió con la mirada, lo notaba, me vigilaba, sabía que me protegía pero el día ya no daba para mas.
Ese día acabó, y este también. Ya mañana habrá más que contar, el reencuentro oficial, la segunda vez que nos juntábamos.